La Belleza

















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¿Qué hacen esos tipos del pueblo yendo a la guerra?

Cantan. Esos tipos cantan.

¿Qué hacen esos tipos del pueblo bombardeado, del pueblo en ruinas, yendo a la guerra?

Cantan. Esos tipos cantan.

¿Le cantan al horror de la guerra?

No. Le cantan a la belleza de sus mujeres.

¿Y si mueren? ¿Y si van a la muerte ese día?

Cantan que mueren por la libertad.

Le cantan a la muerte y a la libertad.

Y se van cantando.

Le cantan a la belleza de sus mujeres.

Las voces se van cantando y regresan cantando.

Pero las voces que vuelven son siempre menos.

Por eso cantan. Por eso.

Sólo los vivos siguen creyendo que una canción puede más que una guerra.

Por eso cantan.

Los muertos, al igual que la belleza de sus mujeres, se desvanecen en la nada.

Por eso cantan.

Por eso cantan.











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Sebastián Mancuso | La Belleza

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María Alejandra Atadía | La Belleza

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“Otras bellezas perdidas”



Se ha perdido una.
En Roma.
La noticia no se difundirá.
Con la vejez de la piedra
el brazo extendido fragmenta el marco de un sueño.
Se ha perdido:
blanca, tiesa y violenta en su estampa,
ha mordido la piel
y se ha fugado.
La mano del artista no quiere quietud,
pero las cenizas ahogan su voz;
la mano no escucha la voz.
Ella ilumina la flota de aves que se salen de sí mismas,
para elevar su espectáculo a través de los volcanes de la Montaña Pelada,
y se confiesa:
la piedra ha envejecido,
yo no.
Que un río de esplendor me provoque.


En Roma se ha perdido dicen,
pero en Arlés se ha encontrado.

“Escribo como hablo, como siento, sin rodeos
dice el artista
y no quiero la figura inútil de sus ojos,
no quiero una perfecta figura sin defectos”.
Entonces,
Ella,
se mueve, reza como si bailara,
baila y se anima con sus mantos verdes, azules y amarillos.
Ella viaja.
El artista desmonta viejas escenas de los lienzos:
quiere proyectar los cuerpos en lo inefable de sus cuerpos,
Pinta hombres pobres y desgraciados,
pinta el esplendor de la soledad;

deja demasiado claro
que nadie irá a su encuentro.
La realidad es menos en el beso de esos hombres que regresan del trabajo.
La bella realidad naufraga en la cáscara de un limón.
Ella,
deslumbra la última nota de su aliento
y regresa
por un camino de girasoles blancos,
a despedirse.

Se ha vuelto a perder.
Aquí,
sobre el mar azul de los fugados,
entre las islas sin tierra,
en un extremo del bote,
Ella
recompone su aliento.
En qué lugar de los cuerpos inertes
descifrará la partitura:
ocres náufragos que llevan la letra
como una jungla de memorias,
pálidos cielos sangrantes de los recién nacidos que ya vamos olvidando,
rojas páginas escondidas de los libros abismales.
Canta,
ella canta,
elegía,
lamento,
canta
y se quema,
o “cree” quemarse.
Porque el artista se lo ha señalado.
De pronto, el árbol al que va prendida
se hunde.
Entonces me ahogaré piensa,
pero Ella no es de agua.


La noticia se hace pública:
En la Ciudad de la Rosa y del Río,
Mür,
la anciana Mür,
prepara su espectáculo
con elementos del entorno:
estiércol, gelatinas infectas, latas, plásticos agrios.
Con sus trapos de orilla y sus pinceles
se niega a pintar “la bella muerte” de los pájaros.
La Realidad se lo exige.

Entonces,
serena, habitada de siglos,
se mueve como la corriente,
se espuma,
se mueve por el humo
y baila,
baila mientras pinta,
se anima a ver
más allá de los colores,
donde las ideas ya no se perciben;
fatigada,
acomoda la red que nos abriga,
y extiende hacia todos los caminos diletantes
la bella oscuridad de la rosa.
No pinta la muerte,
no pinta pájaros.
Cuelga un ala blanca de la red
que afinará el vacío de los emplumados
que ya no saben que cantan,
y se pierde,
Ella
se pierde
para siempre.















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La Belleza

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INSTRUMENTOS DEL ÁRBOL

Eva-la bella-Eva se niega a comer el fruto del árbol.
Dios, desesperado, no halla argumentos para someterla y el libro que está escribiendo puede terminar en un fracaso editorial.

Eva-la bella- Eva se niega a comer el fruto del árbol. Tampoco acepta la hamburguesa y rechaza el vaso de Coca-Cola.

Dios no puede disimular su impostura y anda por el huerto del Edén a los gritos “¿Dónde estás tú? ¿Dónde estás tú?”

Tras el tronco del árbol, Adán-el bello-Adán pisa la cabeza de la serpiente y mira a Dios con su mejor sonrisa de espantapájaros.
“Que sea un fracaso, que todo sea un fracaso”, suspira Adán-el bello-Adán.

Pero ocurre entonces que Eva-la bella-Eva sucumbe a la tentación: Dios, acaba de ofrecerle un espejo.





ASUNTOS PRIVADOS

Primero acontece la belleza de su perfume. Después, ella llega hasta mi habitación. Me pide que la acompañe hasta el corredor para hablarme de un asunto privado. Sigo en silencio la desnudez de sus pasos. Una vez que estamos a solas ella me anuncia, en tenues resonancias de aire, que estoy agonizando en el interior de esa pieza.

Al regresar, me miro desde la cama buscando el eco de sus palabras. Cierro la puerta. Los dos respiramos por última vez la bella fragancia de la vida que nos deja.









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Graciela Tomassini | La traición

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La Traición

















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Siempre queda bien un epígrafe para empezar. Escúchese:
Cuando la palabra calla suele hacerse escritura.
Las bibliotecas son depósitos de silencio, salas de espera.
[Diarios del ergonauta]

Bienvenidos al Despelotario de la Palabra, lugar donde el hacedor ausentepresente compila sus decires cual señora que tira la basura por la ventana de su alma.

Archivo. Palabra de la semana. Dos puntos. La Traición.

La traición. Ergo, dedicamos este segmento de programa a Judas Iscariote y a los traductores literarios, paradigmas iconográficos del traidor universal.

A continuación daremos lectura y voz a un puñado de mensajes remitidos por oyentes ausentes acerca de la palabra elegida esta semana.

Dicen los vecinos del barrio que algunos mercados viven a costa de la muerte de otros. Lo mismo ocurre con muchos sobrevivientes de guerra: facturan entrevistas, libros, guiones de cine vendiendo la muerte de los caídos.

Otro mensaje nos cuenta que los traidores son fácilmente distinguibles: un traidor siempre viste ropa ajena.

Al enemigo y al traidor, nos dicen, al enemigo y al traidor, regale usted perros que no ladran. (Lema de la ópera "Muerden Sancho").

Tengo otro mensaje de oyente: La traición no es un valor sino un acto, ergo: hay buenos y malos traidores.

A veces, un traidor se transforma en héroe.

Los héroes de guerra, además de asesinos consagrados, son traidores a la humanidad.

El verdugo que se niega a ejecutar a un inocente es un traidor a La Ley.

Sin el buen traidor de Judas, algunas iglesias no tendrían amuletos para colgar en el cuello de sus fieles.

La cruz, ese instrumento de tortura, es el símbolo de la traición de los hombres a Dios.

No hay amigo traicionero, hay traidor amistoso.

No hay amigo traicionero, hay traidor amistoso.







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María Alejandra Atadía | La Espera

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“Cuadros de la espera”


Las historias y sus motivos
se confundirán ahora
porque los espejos son siempre ajenos
y esos otros que no soy yo
que van a las plazas o a los corredores o a las esquinas abandonadas
o a los baldíos del recuerdo o a las salas de acordeones
(donde se suceden los teatros de cuentos)
esos otros digo,
esperan acomodados en sus ramas, claraboyas, cornisas y butacas,
que la función comience.
Cambian su ropa,
de piel y de voz;
se cambian,
desaparecen y esperan la señal.
De mí,
nada.

Primer ángulo:
Tomada la plaza,
los bancos de piedra, los perros callejeros, los gorriones, las carpas de fuego,
los manteles de acuarela y sus pinceles mágicos,
las hamacas de otros niños, la calesita de los patos y las risas aquéllas (las risas aclaro
no la carcajada),
deslizándose como en el tango,
en esa penumbra,
tomada la plaza,
una gran boca de tierra
dirá los nombres de sus nombres:
Petrolino triste-o-perdido-melancólico-río-de-soledad,
Pollichinela torpe-con-su-pie-de-lata-y-su-cuerpo-de-ballena,
Pantaleone grande-que-pianta-como-un-león-melena-de-trapo-rock,
Arlequino pobre-que-nunca-deja-de-aprender--salta-por-su-profunda-mirada-salta-va-y-viene,
la Colombina roja-de-su-talle-rojo-y-sus-carnes-de-paloma,
Arlequina que-no-estará-cuando-nos-vamos.
Los otros juegan a ser público
y recuerdan el día en que han nacido.
De mí,
aún nada.
Y sus máscaras cobran vida en nuestros pueblos,
y no hay más vida que prolongarse en esas máscaras.
La plaza está tomada, la revolución de los pueblos se esparce entre zancos y papeles de color,
los personajes de la comedías compartirán la semilla de una vieja canción,
muy vieja canción.
Hay que cantarla.
Otro ángulo:
Desprendida la luz de todos los faroles que rodean al puerto,
en la caliente noche que se apropia de todas las piedras arrojadas,
(si sabré de piedras),
refugiados en el zaguán de aquella casa,
Juan y Leda estampan los besos de otros besos
antes de que la sirena permanente los disgregue:
nada es para siempre – repiten-
nada, salvo esta noche.
Entonces,
de mí,
aparece algo.
Desde el sillón de mimbre vislumbro
que huyen
o se cuelgan en las puertas de hierro.
Y llamo,
y me responden desvanecidos,
deslenguados.

Periferia:
Entre la Gran Muralla de Aguas Planas
y sobre la mesa de pino
se levanta el gran teatro;
máscaras de viento, polleras rojas y cintas blancas,
río blanco,
poncho blanco,
pañuelo blanco,
sombra blanca,
que trae las palabras otras
y los silencios.
El Hacedor de Caminos
piensa que éste es su turno
y juega:
-“Sáquese el sombrero Juan
que debajo está la red
que sostendrá una entereza rota
de armonías torcidas,
ya verá Juan,
ya veremos”.
Y Juan observa las aguas vivas del último ángulo del pueblo apasionado.
Las cosas se ofrecen para la procreación de pequeños universos infinitos
y yo,
aún estoy iluminando
la profundidad de los ojos abiertos.
De mí,
todo.

Respetable público,
con el barro de la orilla
prendemos las historias en una hoja de papel
y creemos que vivimos,
esperando la huella.
Al final del libro,
del salón, de los corredores,
o de este ritmo de sangre,
espero,
como cada día
espero,
desde el otro espejo
te espero.







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