Alejandra Atadía | 10 JULIO 2010

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“Viajera”

En un teatro de cuentos
los hombres creen en su aire
las mujeres creen en sus sombras:
las voces,
un espectador,
el recuerdo,
la noche.

En un teatro de cuentos
hay un libro sobre la mesa de nombres
y las historias clavan con el toro de sus astas
los mantos y el desorden.

Cinco hacedores salen a buscar la voz
o la noche
o el recuerdo
o el aire que pasa por la ventana de hinojos
y rebota en el brillo eterno de aquellos rieles
por donde jamás
jamás
volverá a pasar un tren.

En un teatro de cuentos
no hay una sola silla para compartir:
la espina que ha llevado el árbol
con la luz del rayo.
La silla es la espina.

Preparo la mesa, caliento el café,
la invito.
Me dice que tiene algo especial para mí:
se acomoda el cuello de su abrigo, apoya las dos manos sobre la taza caliente, tiene frío.
Es el último encuentro,
En su puerta hay una señal.
Me dice que lo estuvo pensando durante mucho tiempo
que lamenta haber esperado un acto ficcional, el público, las luces.

Que yo debía comprender sobre todo
sus casi setenta años de preparación para la jugada.
Me dice que tiene algo especial para mí.
Para aliviar la situación
la invito a caminar por el barrio. La tarde es cálida de agosto; aunque tengo que fijarme muy bien por donde pisa (las calles antiguas de adoquín y musgo, olvidadas, como las palabras). El viento que corre es de paraísos azules. El aire no nos ha dejado salir aún: el pasillo de la casa antigua nos pierde sobre los cinco puntos cardinales.
Este viaje no será propicio para el diálogo.
Decido volver.

Corro la silla
me veo la veo aún
que quiere cantar y me dice que siempre ha pulsado sus manos
hacé de tripas corazón
me decía dale hacé de tripas corazón.
Estuve ahí de tripas, por qué será que parece que voy donde va mi sombra…
La veo me veo
y se duerme ausente
mientras la lluvia despinta la mano que corre sobre la tinta.
Ni los nombres puedo repetir, ni los colores verdes de un ojo ausente.
La mitad de su cabeza
blanquea los charcos
galopa
galopa sedienta
galopa.

No puedo repetir lo que me ha dicho.
(Se lo prometo).
La veo me veo que se espanta
ya no soy lo que seré
ya no oigo lo que me trae
ya no diré lo que me oculta.

Entonces vuelvo a correr mi silla
(aún la noche es oscura)
ella se espanta
apenas hemos compartido el café.
Su cuerpo dulce
que no espera recompensa
se espanta
sus manos que no serán esculpidas en la plaza
ni grabadas en la estampa
su frágil voz que es mi voz,
su frágil voz que es mi voz.
Esa mujer que estuvo
en las próximas fotografías olvidadas
puntea seis tripas estelares,
latiendo
entre el barro y la cúrcuma,
latiendo.

Sobre la mesa de pino
hay una sola taza de café
(en un teatro de cuentos los públicos son reservados),
no la veo no me veo sólo veo una silla
despintada y móvil
(en un teatro de cuentos los objetos son rudimentarios y pasajeros).

Esa mujer del viento ha comprado todas las entradas
de futuros actos,
de todos los teatros del mundo.
No hay silla que suene
para nombrarla
no hay sombra que vague para olerla
no hay llanto que tense su aire
no hay
no hay
no hay.










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MicroFricciones La Espera-nza

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A partir de este instante, las emisoras participantes de la cadena ficial de radio y televisión pasan a trasmitir directamente el micro para oyentes ausentespresentes intitulado: “Hágase nomás una microfricción de palabras y mándela pa’cá que nosotros se la publicamos en el éter-no”

Vayan ustedes, estigmados habitantes del universo y otros alrededores, tomando nota de la palabra que deberán considerar en su escritura.

Y para aquellos que cuestionan mi ánima patética y melancodepresiva les anuncio que la palabra a fabular esta noche es: ESPERANZA.

“Esperanza”, qué glamorosa palabra, ¿no les parece?
Bien, escrituren microfricciones acerca de la esperanza y remítanlas a los dominios de Hacedores de Palabras.

Ahora bien, para los que andan por ahí diciendo que este invitador no labura les anexo a este micro una texturita que obra semánticas sobre la esperanza pa’que tengan de referencia motivacional. A saber:

Y dijo el Profeta a los discípulos: Id por todo el orbe y predicad la Esperanza a todas las criaturas.
Enseñad a las gentes la virtud de esperanza para que guarden cuanto os he mandado.
Y dijo el Profeta a los discípulos: Quien crea en la esperanza se salvará. Mas aquel que no crea se condenará.
Y estas señales darán los que crean:
Hablarán nuevas lenguas y persiguirán a los desesperados.

Y ordenó el Profeta a los discípulos: Asentaos en la ciudad hasta que os sea dado poder de lo alto.

Y la doctrina de la esperanza fue buena cosa entre todas las criaturas del orbe.
Y la desesperanza y los desesperados fueron mala cosa en las Tablas de la Ley.
Y sometidos a la esperanza todos nos condenamos a esperar.
Y el Profeta y los discípulos hicieron imperios a su imagen y semejanza.

Y los esperanzados corderos apenas esperan el Paraíso Prometido, en otra vida, no en ésta.

Porque esperar es bueno nos dice la esperanza.
Porque dejar de esperar es malo. Desesperar, dejar de esperar para hacer algo, está muy mal, corderitos míos, es un acto blasfemo, subversivo.
Ustedes están para esperar, tengan esperanza, no vengan a perturbar nuestros imperios.

Por eso el Profeta nos alerta: Cuídense ustedes de los desesperados que dejan de esperar para hacer algo en la vida porque de ellos podría ser el reino de este mundo.







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Fabulaciones | 10 JULIO 2010

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EFECTO MARIPOSA

Agraciadas por los informes del servicio meteorológico satelital, las hordas del Imperio Democrático del Norte descargan toneladas de plaguicida sobre el lejano Oriente.

"Ya no quedan mariposas aleteando en Pekín", celebra en reunión plenaria el Consejo de Seguridad Global. "Ya no quedan mariposas aleteando en Pekín"
Igual, y pese a tamaña cruzada, continúan los tornados en Texas y oscuras sombras de acero desgarrado aún desfiguran el cielo en Nueva York.

Pero ya no hay mariposas aleteando en Pekín.

Entretanto, allá, los sobrevivientes orientales siguen diciendo lo que nadie parece escuchar: "Nunca hubo mariposas en Pekín".


EFÍMERAS

A veces, cuando muere una muerte en mil pedazos, un fragmento de su túnica de vientos nos da la efímera propiedad de una memoria: es entonces, el instante de vivir.

Después de este accidente sólo somos parte del aire en el que fluyen, ignorantes, incontables mariposas redimidas.







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Sebastián Mancuso | 10 JULIO 2010

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MicroFricciones | 26 JUNIO 2010

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Alejandra Atadía | 26 JUNIO 2010

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“Chiara Luce”


Me dicen que cuente su historia
que deje de dar vueltas
que la cuente de una buena vez.
Y que sé yo si será buena, creo que no.
Nunca es bueno lo que no está.
Sí, era buena Ella.
Demasiado tal vez
pero no inocente
no se confundan
no la traicionen
no se traicionen
inocente
no.

Vuelvo a casa, busco la llave de la puerta.
Parada en la vereda ajena me nombra.
Me repite con su boca abierta de abril, repite un color, una trama.
Desafío corriendo a través del pasillo los marcos y busco la foto del álbum verde que hace tanto tiempo regalé: Chiara Luce sosteniendo mi mano, que sostenía otra mano, que soportaba una paloma blanca.
Y no era la del verde limón
tampoco la paloma boba de la plaza.
Era cruel,
mensajera del olvido,
salvo… salvo la escritura de sus alas.

“A qué pierdes el tiempo
navegando con la noche
y con el viento”.

Vuelvo a contar la historia.
Me dicen de una vez.
¿Se podrá de una? ¿El camino o la mirada, el punto de partida o la llegada?

Se habían conocido en el barrio.
Entre banderas y megáfonos, entre partidos de volley, entre lunas del parque, entre concilios y alegatos
Extraña boda de la tierra y el corazón signada por los metales.
Esa forma de mirar… Aunque la gente creía que no hablaba, el aire visceral de Ella corría por sus dientes desparejos y se escribía en los paredones del Sur. Una cruz en la pollera y después el paredón. Y después la noche que todo lo puede.

-Te voy a enseñar a hablar- le decía Ella. Y le mostraba las hojas que iban cayendo en el otoño, cómo se agrietan las calles como la cuenca de sus manos, cómo sonaban los aplausos en la mesa de los panes, cómo se cultiva un jazmín, cómo se toma un lápiz, una campana, un silbato, un durazno.
-Ahora te creo- le decía Él.
Entonces salían de viaje.

De esas épocas nos han quedado colecciones de cartografías móviles desde donde los lectores crean sus propios inicios-desenlaces o tramas de manera original y subversiva. Y se crean los lenguajes cada vez. Como un torrente de espuma blanco. No importan los colores. El privilegio es de la imaginación colectiva que sueña con sus elementos primitivos. Se recomienda el silencio y la frecuencia olfativa en la construcción de sílabas. Luego, el asombro frente a los objetos del mundo (incluyendo hombres y mujeres) y su posterior expresión gráfica.
Nunca se negaron la palabra. Si la conciencia es un río de murciélagos blancos que babean los recuerdos, aquella tarde permanece. Y no hay recuerdo sin la voz del canto. (Esto lo escuché de mi abuela que no cantaba pero perseguía mi voz.)Y ahora yo canto para despertarlos. Aquí están otra vez. Y los recuerdo.
Lejanos que se observan sin ojos, sin manos, sin bocas, pero con el sueño de una muchedumbre violetera y perseguida. Ausentes que se buscan en los relámpagos del álamo, el agua que los llevará tan lejos.
Somos una escritura inacabada. Somos el muro y los relámpagos.

-¿Habrán deseado mi muerte por rencor; por crueldad desearon verme sufrir?- insistía Ella.
-Te voy a enseñar el compás de la historia- respondía ÉL: del barrio a las orillas, de la madera a la carne, del grito a la tonada elegíaca. Una niña sola que lleva en el cuello y en las mangas las constelaciones del deseo.
Se abrazaban.

El juego continuó a través de los senderos de mi mano. “Empeñada en barrer” hoy aprenderé a olvidar: fin de la historia.


Regresé al barrio en otras épocas.
Entré a la casa de la grieta verde. Una ventana a cada lado de mi cuerpo, una manta soportando su levedad y más distancia, más desierto, presagio de otras manos que ya viene repartiendo las piezas de una última jugada.
Vuelvo con la sombra de “andar buscando verdades”.
Los encontré enfrentados, ahora sí, enfrentados y desnudos en un transcurso ilimitado de algas y cañas bravas.
Él, un rey que no habla.
Ella, una reina que no oye.
Ellos, nosotros, desaparecidos
lejanos, desaparecidos,
lejanos, desaparecidos,
lejanos, desaparecidos,
historias, desaparecidos.

Avanzan lentamente, se detienen a contemplar y me llevan. A contar la historia de una o de una buena vez: sin equipaje, sin ángeles, sin tristeza.





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Sebastián Mancuso | 26 JUNIO 2010

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Aparecieron algunas pistas que indican la presencia de una criatura extraña cuyas características cefálicas parecen ser bastante particulares: se trata del ciruja cabeza de perro, una bestia andrajosa y hedionda con cuerpo de ser humano pero cuyo cráneo se parece a uno de los tres que posee el notorio can Cerbero.

Todos los datos sobre este croto cinocéfalo que deambula por las calles de Arroyito se han compilado a partir de los escuetos mensajes escritos en decenas de servilletas de papel que los investigadores han encontrado, tras previa denuncia del encargado del local, en las instalaciones del restaurante Bautista, sito en Avenida Alberdi y jotajota Paso. Los textos inscritos en las servilletas están firmados por una tal “Orden de los Sagrados Lupines” cuyo fundador, aseguran, no es nada más ni nada menos que el “Gran Maestre del Vermú con Fernet, soda y limón Minerva”, un viejo cliente taciturno del boliche. Tanto la supuesta existencia de un linyera concebido a imagen y semejanza del dios egipcio Anubis como los rumores difundidos por medio de siniestras servilletas olvidadas sobre las mesas del bar han consternado en primer lugar a la clientela del negocio y luego a todos los vecinos del barrio. Los feligreses se agolpan frente a las puertas de la parroquia Perpetuo Socorro para pedir ayuda ante lo que, consideran, sería el inicio del tan esperado Apocalipsis y ruegan que al menos el Juicio Final devenga para el año 2012, a fines de poder adjudicarse la hecatombe profetizada por los arrogantes astrólogos mayas. Sin embargo, los integrantes de la Orden que se congregan secretamente en el bar aseguran a través de sus mensajes que no hace falta ponerse tan teleológicos al respecto: el ciruja cabeza de perro es un buen tipo, que se sepa, aún no ha mordido a nadie. Sus fechorías consisten solamente en convertir a los chicos de la calle en perros callejeros con sólo mirarlos a los ojos o en cambiarles, mientras están durmiendo, el poxirrán de la bolsa por jugo de sueños. A partir de la prestidigitación practicada por el reo de rostro canino, los perros huérfanos van por las calles rompiendo bolsas para encontrar comida o siguiendo a los transeúntes en busca de alguien que los proteja sin dádivas ni limosnas, y otros chicos callejeros se tumban de noche en los umbrales para soñar con bicicletas que pululan estrafalariamente por el universo onírico de miles y miles de perros andaluces, rebanando a su paso rodajas de exquisito salame para comerlas luego con algunos pedazos de pan y queso sobre la superficie de la luna.





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Fabulaciones | 26 JUNIO 2010

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