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LA MIRADA DE ULISES (GARCÍA)
Bajando las podridas aguas del Arroyo Saladillo, Ulises y su tripulación acometen una nueva odisea de pescadores.
Bajando las podridas aguas del Arroyo Saladillo, Ulises y su tripulación acometen una nueva odisea de pecadores.
Sabe Ulises que, más allá de la cascada, lo espera el canto de las sirenas.
Repitiendo otros viajes míticos, antes de arribar a las barrancas donde moran las sirenas, manda a los navegantes a poner cera en sus oídos.
Y siendo las sirenas del Arroyo Saladillo tan pero tan feas, suma a la orden de obturar oídos la de velar los ojos de todo tripulante con cinta aisladora negra.
Es así entonces que, ciegos y sordos, los pescadores llegan a la barranca de las sirenas.
Ulises, acostumbrado a las voces y a la figura de estos seres ni siquiera baja la mirada mientras oye los gritos:
- Ea, célebre Odiseo, gloria insigne de los aqueos. Che Ulises… Ulises García, vení que te la canto en la cara: a ver cuándo pagas lo que debés en el almacén.
- Oíme Ulises García, viejo paspado, pescador de morondanga…
Ronca, la voz Ulises replica:
- Callate vieja del agua, bagre peludo.
El navío llega al puente con el eco de la última voz de las sirenas:
- Ulises García, pescador truchado, metete la red en el upiterno…
Ya los navegantes dejan el Arroyo Saladillo y se liberan en la corriente del gran Río Paraná.
Ya los pescadores preparan la red que será lanzada, como tantas y tantas veces, en las entrañas marrones de la Gran Muralla de Aguas Planas.
El resto es mito conocido.
Con la madrugada huyendo en los fondos del desierto, Ulises García regresa al barrio. Entra al boliche de Pueblonuevo. Enciende los amplificadores del piano. Afina la garganta para comenzar a cantar entre los míseros aplausos y la mirada trasnochada de algunos parroquianos del cuchitril.
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