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Participa involuntariamente el Sr. Quique [Los Cuentos de la Buena Pipa]
EL FIN Y OTROS FINES
Déme usted, por favor, un título.
A propósito del fin y otros fines.
Cuando niños, disfrutábamos del sonido de la lluvia en los techos de lata y en el río. Hoy que la vejez nos otorga la contundente verdad de la pobreza, el ruido de la lluvia en los techos arrasa toda percepción poética para naufragarnos en los infiernos de la inundación inminente. Y ya no sabemos si deseamos el fin del mal tiempo o, simplemente, el fin de los tiempos.
A propósito del fin y otros fines: EL fin del fin.
Pare Mire Escuche. Pasan palabras.
Palabras que juegan con nosotros, pasan como trenes hacia el fin de una vía.
EL fin del fin.
Pare, mire, escuche. Esta mañana, al despertar y entrar en la cocina, descubre usted que la mesa ha desaparecido.
¿Un extraño robo sin sentido?
Nota usted también la ausencia del viejo mate de madera, de la bombilla y de la pava destartalada.
¿Un extraño robo sin sentido?
Cuatro retratos familiares ya no están en la pared.
Sale usted al patio. No hay señal alguna de los perros, ni de los gorriones y las torcazas del muro.
¿Un extraño robo sin sentido?
El fin sólo puede observarse a la distancia.
Deja la casa. Ya en las calles de la aldea comprueba otras desapariciones. Falta el kiosco donde compra el diario, el semáforo donde pega estampitas de San Francisco, las ramas del árbol donde cuelga cuentos.
Estos sucesos no son necesariamente extraños para alguien que, como usted, es una ficción fabulada por alguien.
Para algunos, el fin dura eternamente.
Así que va a buscar a su fabulador para pedir explicaciones.
Mientras camina, de las paredes y del aire de los pasillos devienen pensamientos.
"La muerte no es instante, la muerte es tiempo que desaparece a las cosas."
Lo que más me gusta del final es que termina.
La muerte es un lento final de las cosas que habitan nuestro mundo. No es verdad que morimos al desaparecer el último objeto del mundo propio. Ni cierto es que, tras nuestra desaparición, se derrumba ese mundo.
Pero en las inmediaciones de la muerte las cosas finalizan con mayor rapidez, eso es todo. Hacerse viejo, es quedarse despoblado.
Lo que más me gusta del final es que termina.
Encuentra usted a quien lo fabula.
Y empieza a comprender según observa la luz de su mirada. El tipo está cayendo en el desierto. Perciba usted la desaparición de sus ideas. Ahora le pregunto:
¿Puede una ficción evitar el fin del ficcionante?
Escriba usted en el margen del cuaderno de notas: ¿Puede una creatura evitar la muerte del Creador?
A propósito del fin y otros fines.
Usted desaparece, ahora. Se dice que algunas cosas regresan. En su caso no importa, nadie repara en el deseo de las ficciones.
Váyase pensando en la lluvia, cuando disfrutaba su sonido en las chapas del techo y en la orilla del río. Y olvídese de la inundación. Déjele el río a los Pescados Rabiosos.
Eso sí, le pido un favor: dígame usted si la muerte duele.
Entonces usted escribe en el margen de mi cuaderno de notas:
La muerte no duele, nena. Lo que duele, algunas veces, es el fin.
La muerte no duele. Lo que duele, algunas veces, es el fin.
Y cuando sea el fin, para nosotros será La Nada. Para ustedes, los condenados a la ficción, será La Historia.
Pero vos, nena, sólo tenés que despertarte.
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