María Alejandra Atadía | La Belleza

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“Otras bellezas perdidas”



Se ha perdido una.
En Roma.
La noticia no se difundirá.
Con la vejez de la piedra
el brazo extendido fragmenta el marco de un sueño.
Se ha perdido:
blanca, tiesa y violenta en su estampa,
ha mordido la piel
y se ha fugado.
La mano del artista no quiere quietud,
pero las cenizas ahogan su voz;
la mano no escucha la voz.
Ella ilumina la flota de aves que se salen de sí mismas,
para elevar su espectáculo a través de los volcanes de la Montaña Pelada,
y se confiesa:
la piedra ha envejecido,
yo no.
Que un río de esplendor me provoque.


En Roma se ha perdido dicen,
pero en Arlés se ha encontrado.

“Escribo como hablo, como siento, sin rodeos
dice el artista
y no quiero la figura inútil de sus ojos,
no quiero una perfecta figura sin defectos”.
Entonces,
Ella,
se mueve, reza como si bailara,
baila y se anima con sus mantos verdes, azules y amarillos.
Ella viaja.
El artista desmonta viejas escenas de los lienzos:
quiere proyectar los cuerpos en lo inefable de sus cuerpos,
Pinta hombres pobres y desgraciados,
pinta el esplendor de la soledad;

deja demasiado claro
que nadie irá a su encuentro.
La realidad es menos en el beso de esos hombres que regresan del trabajo.
La bella realidad naufraga en la cáscara de un limón.
Ella,
deslumbra la última nota de su aliento
y regresa
por un camino de girasoles blancos,
a despedirse.

Se ha vuelto a perder.
Aquí,
sobre el mar azul de los fugados,
entre las islas sin tierra,
en un extremo del bote,
Ella
recompone su aliento.
En qué lugar de los cuerpos inertes
descifrará la partitura:
ocres náufragos que llevan la letra
como una jungla de memorias,
pálidos cielos sangrantes de los recién nacidos que ya vamos olvidando,
rojas páginas escondidas de los libros abismales.
Canta,
ella canta,
elegía,
lamento,
canta
y se quema,
o “cree” quemarse.
Porque el artista se lo ha señalado.
De pronto, el árbol al que va prendida
se hunde.
Entonces me ahogaré piensa,
pero Ella no es de agua.


La noticia se hace pública:
En la Ciudad de la Rosa y del Río,
Mür,
la anciana Mür,
prepara su espectáculo
con elementos del entorno:
estiércol, gelatinas infectas, latas, plásticos agrios.
Con sus trapos de orilla y sus pinceles
se niega a pintar “la bella muerte” de los pájaros.
La Realidad se lo exige.

Entonces,
serena, habitada de siglos,
se mueve como la corriente,
se espuma,
se mueve por el humo
y baila,
baila mientras pinta,
se anima a ver
más allá de los colores,
donde las ideas ya no se perciben;
fatigada,
acomoda la red que nos abriga,
y extiende hacia todos los caminos diletantes
la bella oscuridad de la rosa.
No pinta la muerte,
no pinta pájaros.
Cuelga un ala blanca de la red
que afinará el vacío de los emplumados
que ya no saben que cantan,
y se pierde,
Ella
se pierde
para siempre.















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1 comentario:

ufano trujamán dijo...

Nos perderemos con Ella, aunque no sea algo seguro... más bien será un placer. Nos perderemos con Ella, te lo aseguro, afinando el vacío entre las alas, abrigados en la bella oscuridad de la rosa: el río nos lleva.