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CARLITOS
Por Melina Cavalieri
Carlitos pasa, tranquilo y solo, jugando con una rueda de bicicleta que supo encontrar en el basural aquel, tras el chaperío que conforma el barrio. Sueña con camisetas azul y oro con el diez en la espalda y también sueña con cuadernos de hojas blancas y pulcras que llevan un diez con rojo.
Mientras pasea su rueda vieja por caminos estrechos con rastros de lluvia, sabe, a la corta edad de ocho años, que los milagros no le suceden a gente como él y se resigna a una vida pobre y sucia como lo hacen su madre, su padre, sus abuelos...
Algunas veces en el rincón oscuro de la casilla que le toca para dormir, llora cuando el frío le cala hondo y el estómago le reclama otro pedazo de pan.
Pero hoy Carlitos lleva ensueños en el alma, patea una pelota que no existe, convierte y festeja ante un público imaginario.
Entre tanto la rueda, con el último envión lo sigue como si fuera un perro, o un ángel guardián anotando un diez en su cuaderno.
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